El día que nacieron los gemelos.

Lunes 21 de septiembre del 2015.

Como un lunes cualquiera me levanté después de haber tenido una noche de sueño decente con mi esposa y su gran panza de 34 semanas 6 días. Me bañé, estoy seguro de eso, y me fui a trabajar, estoy casi seguro de eso. Esa mañana tenía grabación en el estudio para unos radios así que, como otros días, hice carpool con mi HOBuddy John. Me acuerdo que un día antes recibí un cupón de Starbucks para un sándwich de desayuno gratis, ese mismo lunes consideré seriamente decirle a John que me iba por mi cuenta sólo para echarme mi sándwich y quitarle $3 al gigante capitalista del café mediocre. Pero acabé yéndome con él y con el estómago vacío.

Llegamos al estudio y junto con Domingo arrancamos la sesión. La de cuentas llegó un poco tarde por mi culpa, pero seamos sinceros ¿quién le avisa a los de cuentas que hay sesión y quién de cuentas va a la sesión?

Ya con un café y una barra de granola en mi intestino bajo, mi estómago empezaba a pedir comida de verdad, y uno de los privilegios de estar en estudio es comer gratis. Con los menús frente a mí, listo para que escojamos de dónde íbamos a pedir me llama Luis para que me lance a la oficina de regreso. Ni pedo, no hubo sesión ni comida para mí.

Regresé a la oficina, comí algo, ni me acuerdo qué, ya cuando tú lo pagas es una comida más. Estaba sentado en mi escritorio trabajando árduamente cuando por ahí de las 3:30 de la tarde vibra mi celular y en la pantalla veo “Flaquita”. Contesto y mi esposa me dice: “Hola mi amor, ¿cómo estás, qué haces? ¿Estás sentado?”, yo le digo que sí aunque estaba caminando hacia el cuarto de las impresoras para tener un poco de privacidad. Apenas entro me dice “se me rompió la fuente” con una risita nerviosa al final de la oración. Se me fue la sangre a los pies o quién sabe a donde. “¿Cómo?” Si la llegada de los bebés iba a ser en más de dos semanas, ¿cómo se rompió la fuente? Y no quieres preguntarle a tu esposa si está segura, porque lo saben (aunque algunas se pueden orinar ya muy avanzado el embarazo y creen que es el bebé en camino). Mi esposa me aseguró y me dijo que sintió como si cayera una cubeta de agua entre sus piernas. “Ok, ok… voy para allá” le dije mientras colgaba el teléfono y mis piernas temblaban. Dí unos 10 pasos de regreso a mi lugar y con una voz bastante nerviosa le pregunté a Tony, “Guey, ¿estás muy ocupado? ¿Me llevas a mi casa?”, “Sí, claro”, “A Dalit se le rompió la fuente!” la sangre me regresó al cuerpo, me dio un par de cachetadas y se fue de nuevo. “No mames!?” (o algo así dijo Tony).

Agarramos nuestras cosas y bajamos por el elevador, quería gritar “VOY A SER PAPÁ” pero mi personalidad reservada me detuvo. Unos “no mames, no mames, no mames” nos acompañaron del elevador al coche y de ahí hasta mi casa. El pedo de hacer migración a los suburbios es eso, irte a los suburbios, ya las manejadas no llegan a menos de 30 minutos (25 si vas arriba del límite de velocidad). Se me hizo eterno el camino. Agarramos la HOV lane (con mi HOBuddy de relevo), y mientras Tony estaba en una llamada de conferencia con un cliente yo iba texteando con mi esposa mientras hacía espacio en mi celular borrando fotos de pájaros volando que algún día pensaba subir a instagram. “No mames, no mames, no mames”. No sabía cuánto tiempo teníamos para llegar al hospital, mi esposa me había dicho que amigas le dijeron que se meta a bañar si se le rompía la fuente, y eso estaba haciendo, pero ¿luego? El doctor nos había dicho que no hay urgencia de ir al hospital, que la labor de parto se tarda varias horas. “No need to rush.” Luego me acordé y le dije a Tony “Hoy no he cagado” y pensé, ¿voy a poder ir al baño? ¿tenemos tiempo? ¿Voy en la casa o en el hospital? Espero en la casa porque en el hospital seguro menos voy a poder, ¿y si me dan más ganas durante el parto y me lo pierdo? Una parte de mí rogaba tener tiempo para ir al baño, rogaba que los bebés tengan compasión de mí y me den cinco minutos a solas.

Después de unos 25 minutos llegamos a Plano, nos pasamos la salida a Parker y como perrito me acuerdo haberla visto como si me hubiera dejado mi dueño solo en la casa. Nos salimos en la siguiente y yo veía google maps a ver qué tanto nos habíamos desviado y qué tanto más largo iba a ser el recorrido. Tony seguía en el teléfono y no se le había prendido el switch de chilango manejando.

En el camino mi esposa me habló que dónde estaba, “ya casi, a 5 minutos” (cuando en realidad eran 10). Me dijo “que no entre Tony, estoy desnuda en la sala, tengo mucho calor” (frase histórica que cualquier hombre quiere escuchar pero en otra ocasión totalmente diferente). ¡Llegamos! Entré a mi casa y mi esposa y yo nos reímos de emoción y nervios (ya estaba semivestida). Acabamos de empacar lo que faltaba para el hospital, le puse triple ración de comida a Guinness y nos despedimos de él mientras nos veía con cara de what. “¿Y luego, cómo se te rompió la fuente?” Pregunta más que obvia bajo esas circunstancias. “Estaba en el baño y de repente sentí cómo el tapón se me salió (sí, al parecer se hace como un tapón de quién sabe qué en el cervix durante el embarazo para mantener cerrado el útero), luego me paré y un chorro de agua cayó al piso” (gracias a dios fue en el baño, no quiero saber qué hubiera sido limpiar una alfombra después de eso). Me dijo que habló al doctor y que si empezaba con contracciones que llame al 911 mientras yo llegaba lo más rápido posible. Ya en el coche le empezaron las contracciones más fuertes, cada 3 minutos (señal de que el parto va en serio) y yo iba en chilango mode por el mismo highway que venía minutos antes pero ahora de regreso al sur.

Llegamos al hospital y entre tantas entradas, estacionamientos y nervios no sabía ni para donde ir. Finalmente me estacioné y con maletas, cojines, cámara y snacks en mano ayudé a mi esposa a llegar a admisiones paso a pasito. Se acomodó en una silla de ruedas que agarré por ahí, no es que hay un comité de bienvenida recibiendo a futuras mamás en la puerta. Llenó una forma y como buen sistema de hospital, nos hicieron pasar a la sala de espera. ¿Sala de espera? WTF!!!! Mi esposa está en labor de parto, con dos chamacos listos para salir y tú nos mandas a una sala de espera? #nomamar Obviamente la señorita de admisiones tenía menos prisa que un burócrata mexicano. Por fin nos llamó a un lado de la estación para pedir identificación y seguro médico, preguntar qué había sentido mi esposa y asegurarse de que se le haya roto la fuente (sin hacer chequeo con guante, eso vino después). Luego llegó una enfermera y le volvió a hacer las mismas preguntas a mi esposa, ¿están viendo si está en labor de parto o si es mentirosa compulsiva? Por fin la enfermera nos pasó a un cuarto en emergencias de parto, no sin antes preguntarnos en el camino si íbamos a guardar sangre del cordón umbilical, pregunta que necesitaba una platica más intensa con mi esposa y que no habíamos tenido, y otro post en este blog que tampoco había escrito. No sabíamos si hacerlo, entonces la piadosa de la enfermera nos dio hasta llegar al cuarto para tomar una decisión. Ya sobre una cama le hicieron varias preguntas más a mi esposa y llegó la doctora. ¿La doctora? Nosotros habíamos ido con un doctor todo el embarazo y hasta nos había dicho que iba a hacer todo lo posible por estar en el parto pero noooo, como Murphy y su puta ley no descansan nunca, justo ese día, ese único lunes de esa semana, el doctor de mi esposa no estaba trabajando por haber tenido guardia de 48 horas el fin de semana. No iba a venir.

Conocimos a la doctora, muy buena onda por cierto y muy buena… onda. Yo nada más veía a mi pobre esposa con dolores de contracciones mientras dos enfermeras le sacaban cuanta sangre le encontraron en sus venas, le hacían más preguntas, le ponían monitores en la panza para ver qué tan fuertes eran las contracciones y escuchar los latidos de los bebés… pero la doctora no se quería quedar atrás y también se metió en el baile checando sus partes íntimas y su gran panza. Le hizo un ultrasonido para verificar si se había roto la bolsa, y si sí, cuál, y más importante ver la posición de los bebés para ver si sería parto vaginal o cesárea.

Resultó ser cesárea, cosa que ya sabíamos desde los últimos ultrasonidos pero teníamos la esperanza que la niña iba a voltearse y que el niño le iba a dar chance de hacerlo. La doctora nos dijo que quería mantener a los bebés adentro el mayor tiempo posible para que se horneen más. Llegó otra enfermera y de nuevo “van a recolectar la sangre del cordón umbilical?” (cómo chinga!). Digamos que cuando tu esposa está en labor de parto ni ella ni tú pueden tomar decisiones bajo tanta presión, creo sólo MacGyver podía e igual a veces se las veía negras. Finalmente decidimos sí recolectar la sangre y la enfermera se lanzó por las cajas para preparar la muestra y llevarlas al quirófano. En un abrir y cerrar de ojos ya estaba viniendo el anestesiólogo a presentarse, y nos dijeron que la cosa iba más rápido de lo planeado y que había que prepararse para darle la bienvenida a los bebés. Después de una ausencia de como 5 minutos el anestesiólogo regresó para ponerle la epidural a mi esposa y a mí me mandaron al pasillo, a la misma sala de espera donde llegamos. Ahí tuve mis 15 minutos de “paz” antes de que se ponga la cosa seria, hice un par de llamadas a familiares para darles un update y eché el whatsapp con mi hermana. Me preguntó que si iba a ver cómo nacían los bebés (cosa que la doctora ya me había preguntado y le había dicho que no cuente conmigo), ya había visto por ahí un video de una cesárea y la memoria eterna de ver a mi esposa abierta no estaba en mis prioridades del día, mejor me quedaba del otro lado de la sábana. Pero después de un par de mensajes y un “nunca más vas a poder vivir eso” cambié de opinión. Regresé al cuarto donde mi esposa ya tenía la epidural puesta y empezando a hacer efecto, con el valor que traía del pasillo le dije a la enfermera que sí quería ver ese milagro de la vida en carne propia (creo le valió un poco, ese mensaje era más bien para la doctora).

Unos minutos después vinieron a decirnos que ya era tiempo y que se tenían que llevar a mi esposa al quirófano. Nos dimos un beso y un instante después me quedé sólo en ese cuarto, viendo las 4 paredes y un reloj que marcaba las 7:10 de la noche. Me dejaron unas pijamas azules para verme un poco ridículo y para que la gente sepa que iba a ser papá.

Me puse todo mi disfraz y mi sonrisa nerviosa, obviamente después de tanto estrés, emoción y 4 horas sin comer, ya me estaba sintiendo medio débil. “Si no como algo me van a tener que levantar del piso”. Por suerte tenía unas Cliff bars en la maleta (entre toda la lista que habíamos hecho para este día, eso fue de lo poco que sirvió) y me empujé una con media botella de agua. Ahí estaba, solo, esperando y pensando que mi esposa y mis bebés estuvieran bien. Caminaba en el cuarto como perro enjaulado, de lado a lado viendo el reloj cada minuto. Tomé mi cámara, la tuve lista, seguí borrando fotos de mi celular, al final borré todas. “No mames, no mames, no mames”. No sé cuánto tiempo pasó, seguro 5 minutos que se sintieron 50, y de repente llegó una enfermera “Ready?”. Con el corazón en el pecho (ni modo que dónde) la seguí por un pasillo y me abrió la puerta al quirófano. Mi esposa ya estaba acostada con esa famosa sábana azul alzándose sobre su pecho, sólo le veía la cara y se veía feliz pero ansiosa. Le di la cámara a la asistente del anestesiólogo y antes de sentarme en un banquito junto a mi esposa le dije a la doctora que me avise cuando vayan a salir los bebés para ver y tomar cuanta foto pudiera. Le acariciaba la cara a mi esposa mientras trataba de mantener el semblante calmado cuando por dentro me estaba cagando del nervio y de la emoción. De repente llegaban unos olores muy particulares como a quemado que mi esposa también olió “seguro es un bisturí con calor para ir cicatrizando”, le presumí mi pobre conocimiento y lenguaje médico.

Un par de minutos después “Ok dad, stand up”, me paré de mi banco y veo entre líquido y sangre la doctora sacando un pequeño cuerpecito por las piernas. Siguió jalando y maniobrando con una toalla alrededor del bebé para que no se le resbale y de repente la nena tomó sus primeras bocanadas de aire y soltó a llorar a las 7:28pm. Mi esposa me preguntaba si todo estaba bien, “está llorando, está bien”. Yo seguía tomando fotos con mi celular mientras la doctora y su asistente (quién resultó ser el papá de un amigo) le succionaba líquido de la boquita y nariz. Una voz en una esquina le contaba a la doctora el tiempo “30 seconds” hasta que un equipo médico recibió a la bebé para sus primeros exámenes (“ojalá salga como su mamá para que se saque puro 10”). Su llanto seguía en el cuarto y el corazón me crecía más cada segundo. Me volví a sentar junto a mi esposa que ya lloraba cuando la asistente del anestesiólogo me dijo que no me pase con mi celular de la sábana azul (no le había dicho que se encargue de tomar fotos?). “Felicidades mamá” le dije a mi esposa mientras le besaba la frente. Dos minutos después, a las 7:30pm, vuelvo a escuchar “Ok dad”, me levanté y otro cuerpecito estaba saliendo en reversa hacia el mundo. La doctora trataba de maniobrar y sacar al bebé con otra toalla pero al parecer se le había olvidado algo adentro porque no quería salir tan fácil como su hermana. Pero después de otro par de movimientos salió y se unió en llanto a su hermana grande. El segundo equipo médico estaba esperando al niño mientras la doctora le succionaba, “20 seconds”. Ya con los dos bebés en sus estaciones una enfermera me dijo que vaya para tomar fotos, saqué mi chino interior y les hice su primera sesión de fotos, desnudos y medio desubicados. No lo podía creer, hace 3 minutos estaban dentro de mi esposa y ahora aquí, junto a nosotros llenándonos la vida y el alma del mejor amor.

Así llegamos al hospital dos, y en cuestión de horas (y 34 semanas con 6 días) fuimos cuatro.

4 thoughts on “El día que nacieron los gemelos.”

  1. Carloooos me encanto!!!! Felicidades! Debo admitir q hasta llore poquito de emoción!
    Pero me quedo una duda… Pudiste ir al baño???? Jejeje

  2. Broder dedícate a ser papá y a escribir. Escribes requetbien. Tremendo relato. Da ganas de seguir leyendo. Felicidades para la familia entera! Abrazo!

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