La primer velita en el pastel

Los gemelos ya tienen un año! UN AÑO!

Estaba escribiendo este post más meloso y cursi, pero como dicen aquí “I’m not going to sugar coat it”, o sea, no le voy a echar mucha crema a mis tacos o no voy a endulzar este pedo. Este año fue el año más difícil de mi vida.

Cambié como persona, me hice más responsable (a la de a fuerza), aprendí a funcionar (si así se puede decir) con 3 horas de sueño por varios meses, valoré una noche completa de sueño, es más, media hora de sueño; creo que el momento oficial de la calvicie llegó, ya hasta tuvo que venir el plomero porque ni el Drano funcionó; hubo días que no comía tanto y otros que demasiado, no he hecho ejercicio en… poco más de un año; hubo días que ni tiempo hubo de bañarme, rasurarme o hasta lavarme los dientes; mis prioridades cambiaron, las mías ya no son mías, son ellos, siempre; mi ropa ya camina sola, parezco fotocopia cada semana con lo mismo que me pongo, porque cuando hay para comprar, se le compra a los gemelos; me he peleado más con mi esposa, como nunca, es un ajuste muy grande ir de dos a tres o en mi caso, de dos a cuatro; supongo ya soy un poco más “morning person”, después de empezar mi día a las 6am, jugar, dar de desayunar, bañarme y demás, ya para las 10am y dos cafés empiezo a agarrar carrera; me hicieron pipí, popó y hasta vomitaron encima, una y otra vez, y lo único que pasaba por mi cabeza era que ya se sienta bien; lavé, doblé y guardé ropa a las 11 de la noche, después de haber lavado los trastes, las cosas de la pump y mil y una botellas.

Fue el año más difícil, una madriza, pero a la vez el más increíble de mi vida. Lo más grande que aprendí es que todo es una etapa, los llantos, los cólicos, las no dormidas, las pequeñas sonrisas, los baños sin agua en el piso, los ricos swaddles, todo, todo viene y va en un abrir y cerrar de ojos. Cuando mi hija lloraba de muy bebé le hacía como ambulancia, y así como vino se fue, mi hijo se arrullaba con su tierna vocecita, por suerte eso sigue pasando. El primer año es el mejor año. Desde el día que llegan a este mundo, a 12 meses después, son otras personas. Han crecido y aprendido tanto que cada día es único, es especial y no va a haber uno igual. Todo este año traté de respirar, de inhalar esos momentos y guardarlos en mi memoria y en mi corazón, de disfrutarlos, haya sido dando botella a las 2:43am o una sonrisa mientras me manchaba la mano al cambiarlos. Traté de absorber cada momento que podía, de vivirlos, de sentirlos.

Así fui respirando esos momentos, con sus sonrisas, sus miradas de curiosidad y luego de cariño, sus balbuceos en la cuna, sus primeros pasos, todo, todo lo que pude lo llevo conmigo.

Es muy curioso porque la gente nos dicen a los papás primerizos que aprovechemos, que en un abrir y cerrar de ojos nuestros bebés van a ser grandes, que el tiempo vuela. Pero lo que me di cuenta en este año es esa gran mentira, el tiempo no vuela, bueno la única vez que vi adelantarse el tiempo fue cuando se fue la luz en mi casa y puse el reloj del microondas un minuto adelantado, pero fuera de eso, el tiempo sigue su camino, su paso, su ritmo, el tiempo no vuela, lo que vuela es la vida.

Así que seguiré llenando estos pulmones y este corazón de momentos y destellos con ellos. Que venga la calvicie, más noches en vela y todo lo que sea. Porque para endulzar un poco este pedo, no cambio este año por nada.

Feliz cumpleaños pequeños. Los amamos con todo nuestro ser y gracias por darme este primer año de vida también.

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